Dos horas más tarde, sentía que no podía moverme más pero el deseo y el paisaje increible me forzaron a hacerlo. Hacíamos pausas de vez en cuando pero los síntomas empeoraban. No me importaba, estaba determinada a llegar: vimos vacas en el camino, picos nevados tan imponentes como nunca y el sol acariciaban nuestra piel.
Comimos un snack en frente de una pequeña laguna. Mis pies dolían y mis músculos estaban tan cansados que no tengo idea de cómo logré continuar. Masqué hojas de coca durante todo el camino con la esperanza de que la presión en mi cabeza disminuyera pero no lo hizo.
No voy a mentirles: gran parte del camino es en cuesta y de nuevo, se requiere buen esfuerzo físico aunque algunas personas en Huaraz lo vean como una caminata moderada ( no quiere imaginarme qué es difícil para ellos). Este es el asunto: franceses, españoles, chilenos y algunos extranjeros de países que tienen picos altos, que tienen inviernos con nieve y que han hecho caminatas en estas condiciones anteriormente, pueden percibir lo mismo que los peruanos. Ticos y centroamericanos en generales, que venimos de zonas tropicales donde 15 C grados es megafrío, requerimos de una preparación distinta. Si estás planeando visitar la Laguna 69, empieza a entrenar.
Después de 8 horas, haciendo pausas de vez en cuando, lo conseguimos. Estaba impactada por la vista y después de unos cuantos minutos caí al piso: el dolor era insoportable y aumentaba a cada segundo. Me dormí un rato y desperté con esa presión en el cerebro, sintiéndome exhausta, deshidratada y con náuseas. Las personas alrededor estaban comiendo, disfrutando pero no me sentía bien. Sin embargo, utilicé la última reserva de energía que me quedaba para levantarme, poner una sonrisa en mi rostro y tomar unas fotografías como recuerdo de que realmente estuve ahí.